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En la imagen de arriba, uno de los miles de apriscaderos utilizados desde épocas prehistóricas y aún hoy en uso, si bien en este caso concreto el paramento de abrigo no es, en modo alguno, tan antiguo. La técnica constructiva y el patrón de medidas ayudan en estos casos a determinar la datación relativa del monumento. También el alineamiento vertical del muro de cierre con el saledizo rocoso determina en parte su función inicial, mejor que el intenso ahumado del techo, cuando es debido a la frecuentación antrópica y no a circunstanciales incendios forestales.

Cuando el muro de cierre se encuentra externo a la proyección vertical del voladizo del techo puede estimarse el haber soportado encima del paramento un entramado de leños, precintas y tejido vegetal de chamizo, a veces ampliando el espacio cubierto interno así logrado. En los reductos habitacionales permitiendo la adecuada aireación y la evacuación de los humos de las hogueras y la actividad culinaria doméstica.

Las arcillas ferrosas de disolución carbonática acaban en ocasiones recalcificadas por aguas cársicas que acaban de nuevo solidificadas con aspecto rocoso. Un incesante destruir sedimentos y volver a sedimentarlos, mediando en ello un proceso mecánico denudatorio hidrológico y eventos graviclásticos de cierta consideración deposicional. En cambio la segunda de las imágenes de arriba (a la derecha) muestra la roca viva en su curiosa desnuda realidad, libre de sedimentos, formaciones calcíticas espeleotemáticas ni apenas micro-rellenos leptoclásticos de la estratificación triásica del interior del subterráneo.

Celdilla o alvéolo creado mediante disolución carbonática sujeta a los tabiquillos calcíticos mediales entre cada célula del panel representado,  en la imagen de arriba con formas dominantes rectangulares; debidas a la estructura fisural del primitivo leptoclasado de dos componentes direccionales, uno de dominio estratigráfico y el otro transversal al primero, más corto, isoclástico, aunque algo más anárquico, heteroclástico. En cambio en la fotografía de más abajo todo el conjunto litoclasado obedece un entramado aleatorio, en función de la composición tectogénica de las rocas implicadas en esta parte del macizo triásico.

En la fotografía de encima el patrón direccional es sensiblemente diagonal al rectángulo representado, de arriba a la derecha hacia el ángulo inferior de la izquierda, mientras la intensa proliferación de formas alveolares triangulares tiende aquí a favorecer tabiques calcíticos más cortos, seguramente en el sentido del patrón clástico de las rocas en origen contenidas en el macizo sedimentario. Presunción de relativa estimación cronológica en la que los minúsculos espeleotemas (blancas excéntricas , estalagmitas y estalactitas) serían de muy posterior formación.

El vaciado celular interno, entre tabiques calcíticos alveolares, es así producto póstumo de la acción hipogénica del CO2, generador por otra parte del principio de los remontes cupulares y de los flancos en los rosarios celulares a lo largo de diaclasas y demás entidades derivadas de la fracturación tectomecánica, o en su lugar orogenética. Mientras corrosión, abrasión hidromecánica  y erosión son fases excavatorias de distinta índole argumental, la gliptoclástica acaba por desprender incluso los tabiques alveolares, potenciando el paulatino remonte y ampliación de los espacios generados. Aunque la profundización del fenómeno es cuestión de otro cariz y cuyo obstáculo principal es la propia sedimentación de todo tipo de detritos desprensivos.

Traer a colación esta imagen de la Pol. A.51, o Alcuba de l'Ermitori (Informes/Anexo,2024/PDF), implica el riesgo de trabajar sobre materiales investigativos no siempre acreditables mediante documentos notariales, archivísticos, publicacionales o suministrados al vuelo por circunstanciales aportes de información oral. Lo dice alguien que atendió siempre, con el respeto y la atención debida, a los viejos lugareños de la ruralía, a los cuales se debe mucho de casi todo. Pero hoy, los viejos somos ya nosotros, o por lo menos quien escribe estas improvisadas líneas. Y como viejo le cabe el escepticismo generacional sobre tantas inconsecuencias supuestamente informativas, porque no suelen cumplir con unos mínimos requisitos procedimentales. Así la neotoponimia actual acaba pervirtiendo el ancestral componente histórico de los vocablos, cuando no los sustituye sin contemplación alguna, en base a trivialidades de bajo calado.

Pero no importa entrarle al toro con lanzas o puyazos sino con algo de conocimiento; es suficiente para entender lo esencial de la realidad del presente y parte del pasado remoto. Para ello conviene inmergirse en el contexto con suficiente humildad como para aceptar las evidencias, para analizarlas con amplia perspectiva, hasta alcanzar el nivel del detalle. De otra manera cualquier ocasional transeúnte tiene derecho a decir aquello que considere oportuno, se confundan leyendas y relatos literarios con hechos acreditados, o bien se entienda que solamente el último que habló es a quien se decide adjudicar la razón.

Ciertamente, entre fraile, monje, eremita, cenobita, ermitaño, eremitorio, cura, cartujo, asceta, solitario, santón, penitente, anacoreta, etc. hay muchos matices descriptivos de la función y dedicación atributiva a cada concepto. No es de recibo contentarse con indebido circunstancial genérico que el vulgo rural de antaño tampoco se prestaba aceptar. Siendo evidente que la embocadura de la alcoba aquí representada se encuentra en las proximidades del que fuera alto eremitorio de las Dones de Can Sales, mujeres ermitañas poco después fundadoras del histórico monasterio del Puig de Maria. Añádase además el hecho que dichas beatas señoras decidieron vivir penitentes en solitario debido a los acontecimientos derivados de la muerte manu militari -en las Islas Canarias- del esposo de la dueña de la posesión. Corsario que sobradamente explica la extrema decisión femenina de finalmente acabar monjas, cuando la peste campaba a las anchas por todo Mallorca.

"Corpus cavernario mayoricense"

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